martes, 27 de diciembre de 2011

La paradoja del abuelo

Hemos escondido a Zapatero para que no lo vean las visitas. Como al hijo tonto que encerraban en otros tiempos en una habitación oscura para evitar situar sobre la familia un estigma. Ni los suyos han tenido compasión con ese grano que les salió en el culo y que no les permite sentarse en el banco azul ni practicamente en ningún sitio. Éste me parece un gran error. Sería conveniente no olvidar que algunos rieron y celebraron largamente sus gracietas. La ocultación es una coartada vulgar para tratar de olvidar que existe y que, nos guste o no, es uno de los nuestros.

Más vale tarde que nunca, sentencia la sabiduría popular aunque creo que no es aplicable al caso de este presidente saliente. Tras ocho años gobernando, Zapatero ha aprendido ya a amar profundamente a España. Si es cierto eso que dice debe estar destrozado y a punto del suicidio habiendo dejado al objeto de su amor profundo mendigando a las puertas de los mercados y perseguida por el cobrador del frac. Se dice arrepentido también de aquello que dijo cuando se debatía el Estatut. "Nación es un concepto discutible y discutido". Aquella afirmación demostraba que José Luis recuerda de memoria algunos párrafos de los apuntes de Derecho Político de primero. El problema estriba en su incapacidad para ajustarlos a la situación particular de cada lugar y cada momento.

Zapatero entró en La Moncloa como McFly en el De Lorean dispuesto a viajar al pasado. Su intención no era otra que ganar la guerra que el abuelo perdió poniéndose al frente de las tropas de Lister o Rojo en la defensa de Madrid o algo. En ese trayecto a José Luis le pasó lo mismo que a Marty, quedó expuesto a una paradoja temporal de difícil solución que nos trajo a la memoría la serie negra de Goya y sacó del armario banderas con olor a naftalina y alcanfor.

Me lo imagino contando nubes, subido a la azotea de ese casoplón torrentiano que ha alquilado en Somosaguas, arrepentido de haber sido un Saturno post-moderno y leonés. Cualquier día nos sorprende protagonizando uno de esos anuncios de Isabel Coixet. "A qué huelen las nubes, José Luis? Shum, shum. Shum, shum".

Sobre su tumba política sólo se me ocurre cincelar uno de aquellos epitafios que descubría Carandell en los cementerios y en las esquelas de diarios de provincia. "Tanta gloria lleves como paz dejas".

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