domingo, 25 de marzo de 2012

Punk

Ya dijimos que el partido de Villarreal iba a servir para poner al Madrid de Mourinho en el lugar que prefiere, la subversión. Es éste un equipo eminentemente punk, de melodías aceleradas y estribillos de alborotada sencillez. Nada que ver con ese rock sinfónico sin alma que practican otros. El Madrid es el bajo de Paul Simonon a la altura de las rodillas en los conciertos de The Clash. El Barça es el bajo sobaquero de cualquier grupete sinfónico con pretensiones intelectuales en conciertos con visuales de bancos de coral y estrellas fugaces. Mourinho ha sido el pedal de distorsión aplicado a una melodía que ya sonaba rancia. El Phychocandy de The Jesus & Mary Chain o el Daydream Nation de Sonic Youth.

En El País, el diario fundado por Fraga, hablan hoy de "violencia mourinhista" tras lo acontecido en Villarreal. La prensa social-demócrata, que diría Arcadi Espada, siempre tan proclive a la comprensión de violencias terroristas, se mesa los cabellos de la corrección política por unos jóvenes airados en pantalón corto que pegan patadas a una puerta y abofetean una pared. Lo que nos viene a la cabeza no son los lectores de El País asediando las sedes del PP o quemando contenedores embozados en un pañuelo palestino. Vemos a los Sex Pistols en los camerinos de The Brixton Academy o a los Gallagher en la habitación de un hotel de Brighton. Tipos que antes de salir pagan los desperfectos. Si rompimos algo en Villarreal que pasen la factura.

En medio del ensordecedor silencio de Mourinho llegaba al Bernabéu la Real Sociedad, que cuenta en sus filas con, al menos, una docena de jugadores que han expresado su solidaridad con los terroristas de ETA. Nunca oímos hablar de la "violencia realista" y deberíamos. Anoche, sin embargo, no vino la Real en modo borroka y pareció que en el vestuario en vez de a Fermín Muguruza habían estado escuchando a Kepa Junkera. Tampoco hubiera permitido el Madrid mucho desmadre pues salió desde el principio a romper el silencio con una avalancha de fútbol de ataque. Eso que los gafapasta del fútbol llaman ahora tridente, Cristiano, Benzema e Higuaín, mostraron a quien quisiera verlo, si no echaban una película coñazo en La 2, cómo se juega a ésto sin que al espectador le dé tiempo a cocinarse unas patatas con níscalos en lo que dura un rondito. La belleza incomparable de la verticalidad. Quedó demostrada también la inverosimilitud de la "profunda división existente en el vestuario" observando la celebración de los goles y la bronca pública del chico de Móstoles al chico de Camas. Como mucho, la división existe entre el portero y el resto. Anoche tuvimos certeza de algo que ya sospechábamos, Casillas es social-demócrata. La culpa es siempre de los demás. "Mi palo no es de nadie, salvo del viento".

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